martes, 22 de junio de 2010

Jason Mraz.

Mi gusto por la música va por épocas, depende de mi estado de ánimo o del tiempo que haya.

Últimamente escucho mucho a Jason Mraz, un cantautor estadounidense de 32 años nacido en Mechanicsville, Virginia.

Las canciones que más me gustan de él son "I'm yours" y "Lucky", esta última la canta con Ximena Sariñana.

Son de un estilo moderno, no se exactamente cómo se llama, pero me encanta.

Mraz canta en inglés la mayoría de las veces, por lo que en el caso de "I'm yours" la letra en español no tiene mucho sentido, pero "Lucky" está mayoritariamente en español, aunque tiene un par de párrafos en inglés, por lo que pongo la letra y el enlace del vídeo de esta:


LUCKY

Do you hear me? I’m talking to you (¿Me escuchas? Te estoy hablando a ti)
Across the water across the deep blue ocean (A través del agua a través del océano profundo)
Under the open sky oh my, baby I'm trying (Debajo del cielo abierto)


Se que quiero cuando te vas
supe desde tiempo atrás,
es que mi corazón no sabe
querer hasta volverte a ver

Suerte que despierto junto a ti,
suerte que sentí lo que sentí
suerte que regresas para mi

Nadie tiene la razón
de que exista el amor
solo hay un tu y yo
las promesas de los dos

-¿Me esperaras?
-Aquí estaré.

-Lo se.


Suerte que despierto junto a ti,
suerte que sentí lo que sentí
suerte que regresas para mi

Suerte que hay mas para conocer
suerte que contigo creceré
suerte que te tengo al volver

And so I’m sailing through the sea (Y estoy navegando en el mar)
To an island where we’ll meet (A una isla donde nos reuniremos)
You’ll hear the music, feell the air (escucharás la música, sentirás el aire)

I put a flower in your hair (pongo una flor en tu cabello)

Todo tiene final feliz
desde que te conocí
no hay más que las ganas
de estar y volver a empezar

Suerte que despierto junto a ti,
suerte que sentí lo que sentí
suerte que regresas para mi

Suerte que hay mas para conocer
suerte que contigo creceré
suerte que te tengo al volver
(http://www.youtube.com/watch?v=JmO0IeFdZ94&feature=related)

lunes, 21 de junio de 2010

Ideario,

Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas,
las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.

Me aplasta la hermosura
de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran
a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico
y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.

Francisco M. Ortega Palomares.

Este poema lo descubrí gracias al inicio de una canción de el grupo Extremoduro, Standby. Desde el momento en que lo escuché, me gustó, y decidí buscarlo. Ahora lo cuelgo aquí para que podais disfrutarlo como yo.

También dejo aquí el enlace de la canción, por si os entra la curiosidad y la quereis escuchar.
(http://www.youtube.com/watch?v=4a7uDYNWmQI)

Mi deporte, el taekwondo.


El taekwondo, (태권도) es un arte marcial de origen coreano. Destaca la variedad y espectacularidad de sus técnicas de pierna, siendo una de las artes marciales más conocidas. Olímpico desde 1996, es un deporte en contínua evolución.
태: Tae: acción de pie
권: Kwon: acción de mano
도: Do: arte o camino
En este deporte, hay un cinturón que marca el grado del participante. Se hacen dos exámenes por año de cinturón. En el caso de que tengas menos de 14 años, irás de medio en medio cinturón, si tienes más, ya vas de cinturón en cinturón entero. Existen los cinturones:
-Blanco.
-Blanco-amarillo.
-Amarillo.
-Amarillo-naranja.
-Naranja.
-Naranja-verde.
-Verde.
-Verde-azul.
-Azul .
-Azul-marrón.
-Marrón.
-Rojo-negro si tienes menos de 15 años, negro si tienes más.
(Los cinturones marcados en negrita son los medio cinturones).

El taekwondo consta de tres modalidades:
El combate, la técnica y la exhibición, pero yo mayoritariamente practico combate, asique es lo que voy a explicar.

- EL COMBATE:
Es un estilo que trata de pegar al adversario con las piernas en el tórax o cabeza. El que mayor puntuación consiga, gana el combate.
Para practicar esta modalidad, es necesario un dobok, que es un traje blanco, lijeramente cambiante en itf y wft, un cinturón que indica el grado que tiene el practicante, y una serie de protecciones para minimizar los riesgos de lesión:
un peto, para aminorizar la fuerza de los golpes en el tórax y evitar lesiones de espalda, un casco y un protector bucal, para proteger la cabeza y mandíbula, guantillas de manos, que son unos guantes para evitar lesiones en los dedos, y de pié, que sirven para pegar sin hacerte daño en los empeines. También es necesario utilizar unas protecciones para las tibias y los antebrazos, y una coquilla, que sólo es obiligatoria para el género masculino. Además, si uno quiere, puede incrementar el uso de rodilleras y coderas.

Como en todos los deportes, no todas las acciones están permitidas, éstas se penalizan con "Kyongos", que restan medio punto, o "Canchons", que restan un punto entero. Dos "Kyongos" se contarán como un punto menos. Sin embargo, el último "Kyongo" impar no se contará en el total general.

Actos prohibidos. Penalizaciones con "Kyongo":
1. Evitar el combate dando la espalda al adversario.
2. Caerse.
3. Evitar el combate.
4. Agarrar, retener o empujar al oponente.
5. Atacar por debajo de la cintura.
6. Simular lesión.
7. Cabezazo o atacar con la rodilla.
8. Golpear la cara del oponente con las manos o puños. (no intencionado)

Actos prohibidos. Penalizaciones con "Canchon":
1. Atacar al oponente después de “Kalyo” (parada del tiempo que indica el árbitro).
2. Derribar al oponente por agarre de ataque de pie en el aire con el brazo o por empujarlo con las manos.
3. Ataque intencionado a la cara del oponente con el puño.
4. Interrupción en el progreso del combate por parte del competidor o entrenador.

Cuando un competidor se opone intencionadamente a cumplir con las normas de la competición o con las órdenes del árbitro, éste podrá declarar al competidor perdedor por penalizaciones, después de un minuto. Cuando el competidor recibe menos cuatro puntos (4 "Canchons" o 8 "Kyongos"), el árbitro deberá declarar al competidor perdedor por penalizaciones.

Para captar estas infracciones, así como cuando un competidor se sale fuera del tapiz, lugar donde se realiza el combate, es necesario un árbitro central, que se sitúa en el centro, como bien indica su nombre, para saludar a los adversarios, y se va moviendo alrededor de ellos conforme va prosiguiendo el combate.
También hay árbitros puntuadores, que se encargan de señalar los puntos a la cabeza, ya que sólo el peto es electrónico, y árbitros de mesa o juez cronometrador, encargados de parar el tiempo, subir o bajar puntos, etc.

En esta modalidad, hay diferentes categorías:
-Infantil: desde los ocho años hasta los 11.
-Cadete: desde los 11 hasta los 14.
-Junior: desde los 14 hasta los 17.
-Sub 21: desde los 17 hasta los 21.
-Absoluto: de 21 años en adelante.

En Galicia, todos los años se celebra el campeonato Gallego de todas estas categorías. A partir de cadete, hay también campeonato nacional, internacional y del mundo.

martes, 27 de abril de 2010

Hazle caso a mamá



Aquella era una mañana normal, como todas, una fría mañana de invierno. Salí de casa con mi bicicleta para ir al instituto. No sabía lo que me esperaba. Estaba subiendo aquella interminable cuesta cuando una furgoneta blanca se paró a mi lado. Un hombre de barba negra y espesa bajó la ventanilla tintada de aquel extraño vehículo y me preguntó:
- Hola, buenos días. ¿Podrías decirme cómo se va al mirador de este monte?
- Buenos días, pues va bien por este camino, sube todo recto por esta cuesta y al primer cruce que encuentre, gira a la derecha.
- Muchas gracias, ¿a dónde vas tú?
- Yo voy al instituto, por desgracia.
- ¿Y no hay autobús? Esta cuesta parece un poco difícil de subir.
- Si que hay, lo que pasa es que mi madre no lo quiere pagar ya que dice que puedo subir en bicicleta perfectamente y es un gasto innecesario, además de malo para el medio ambiente.
- Pues lo siento por ti, no me quiero imaginar lo cansada que llegas al instituto todos los días. A todo esto, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Carlota, y si, llego muy cansada al instituto.
- Bueno Carlota, ¿quieres que te acerque hasta el instituto? No me cuesta nada, a parte, tú me has indicado el camino, es lo menos que puedo hacer por ti.
- No se, mi madre dice que no debo subir en coches de desconocidos.
- ¿Y le vas a hacer caso a tu madre? ¡Si es la mujer que no te deja venir en autobús y te permite subir esta cuesta con el frío que hace! Además, ya no somos desconocidos, yo se tu nombre y hemos mantenido una charla de diez minutos, ¿te parece suficiente?
- Si... Bueno, vale, llévame al instituto, espero que no se entere mi madre...
- Tranquila, no se enterará.
Entonces subí a la furgoneta algo indecisa. De repente, se me dio por preguntar:
-Y tú, ¿cómo te llamas?
Esa fue la peor pregunta que se me pudo ocurrir. Cuando la pronuncié, el hombre que llevaba la furgoneta dijo: "preguntas demasiado", y alguien me golpeó con un bate en la cabeza, dejándome inconsciente.
Me desperté en una sala pintada de color crema, con las manos atadas. Estaba asustada. No sabía lo que pasaba. ¿Es qué aquel hombre tan simpático que se ofreciera a llevarme al instituto en su furgoneta me había raptado? ¿Qué me iba a hacer? Lo que si tenía claro es que el hombre de la barba espesa no estaba solo, había alguien más. Esa persona que me golpeó con el bate dejándome inconsciente estaba en la parte posterior del coche, ¿quién sería? De todas formas, ese era el menor de mis problemas, tenía que pensar cómo salir de allí y rápido. Justo cuando intenté levantarme, oí un ruido detrás de la puerta de madera desgastada. Una voz grave. La voz del hombre que me había raptado. Me arrinconé en el lugar más oscuro que encontré en ese espantoso lugar, una mesa destartalada. El picaporte se movió muy lentamente hacia la derecha. Dos hombres con bolsas en la cabeza entraron en el antro.
Quería morirme, desaparecer de esa terrible habitación y volver a mi casa, con mi madre y mi padre, sana y a salvo, sin que esos hombres me hicieran nada. Las ganas de llorar me pudieron y un llanto les permitió mostrar el sitio exacto donde yo me encontraba.
Uno de los dos hombres habló:
-Carlota, ven aquí.
-¿Qué me vais a hacer?
-Si te portas bien, no te haremos nada.
-¿Quiénes sois? ¿Qué queréis de mí?
-Carlota, ven aquí.
No sabía si hacerle caso o negarme rotundamente. La segunda idea, así como me pasó por la cabeza, desapareció al pensar en todo lo que me podrían hacer si no hacía caso. Aún dudosa, me levanté de debajo de la mesa y me dirigí, con paso lento y temeroso, hacia aquellos hombres.
Estábamos a tan solo un metro de distancia cuando el portavoz (eso parecía, porque era el único que hablaba), dijo:
-Muy bien Carlota, así me gusta, que obedezcas.
-No se lo que me vais a hacer, pero sé que será algo malo, así que será mejor que me hagáis algo malo a algo peor.
-Chica lista, creo que esta vez he acertado.
-¿Acertado en qué? Por favor, no me hagáis nada malo, yo no merezco esto.
Un silencio sepulcral recorrió la sala. Me tomé eso como si fuera mi fin, algo malo ocurriría, pero no podía saber qué o cuándo sería, pero si sabía que iba a pasar. Al pensar en todo esto, fue imposible que no me cayeran las lágrimas.
Los hombres empezaron a cuchichear. Estaba lo suficientemente cerca como para sentir miedo, pero demasiado lejos para poder escucharlos.
Aquellos dos engendros malolientes empezaron a rotar por la sala como si yo fuera el Sol y ellos los planetas en pleno movimiento de translación.
Otra vez, el portavoz intervino:
-Te veo asustada.
Estuve a punto de soltarle alguna ironía de las mías, pero tenía miedo a enfadarlo y que me matase allí mismo, por lo que únicamente dije:
-Si...
-Haces bien.
-¿Eso significa que me vais a matar?-No, por ahora. Mis condiciones hay que respetarlas, si las respetas nos llevaremos bien, si no, te puedes despedir de tu vida o simplemente de volver a ver la luz del Sol.
-¿Y cuáles son tus condiciones?
-Debes obedecerme, hacer lo que yo te diga, portarte bien y nada de ironías, no me gustan nada.
En ese momento me alegré muchísimo de haber retenido mis impulsos verbales. Añadí:
-¿Entonces, si respeto tus condiciones no me matarás?
-He dicho que no, por ahora no.
Durante el tiempo que estuve viviendo con mis secuestradores, rectifico, sobreviviendo, ya que apenas me daban ni comida ni agua, me hicieron cosas horribles. La principal era que me tocaban, y si me intentaba resistir, me pegaban hasta dejarme en el suelo con una hemorragia nasal o alguna que otra costilla rota. Me raparon el pelo para no coger piojos. Me sentía como los judíos en la época nazi.
Lo único que deseaba era morir, morir rápidamente, evitando cualquier dolor que esos desalmados me pudieran causar a mayores.
Un día encontré un cuchillo oxidado. Pensé en utilizarlo para acabar con mis días de oscuridad, pero el plan se vio abortado cuando el secuestrador callado entró para darme mi almuerzo.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí encerrada. Dos semanas, dos meses... no lo sé. Lo que si sabía era que no había mantenido ninguna relación con el mundo exterior en ese tiempo y que mi habitación, si así podía llamarse, empezaba a oler mal ya que no había baño y tenía que hacer mis necesidades en una esquina.
Un día se me ocurrió preguntarle al secuestrador callado que por qué no me quitaban eso de allí. Fue la segunda y la última vez que lo escuché hablar. -¿Qué te crees que es esto? ¿Una cuadra y yo tu mozo? Venga ya, mocosa. Si no te gusta cómo huele te aguantas y si quieres que el olor cese, aguántate tus ganas de echar las heces fuera.
En realidad, el callado era el más borde. Supongo que por eso mantenía la boca cerrada.
Un día, los sentí murmurar cerca de mi puerta. Coloqué la oreja en la puerta para escucharlos mejor.
-Voy a salir al súper.
-Vale, pero ten cuidado. Lleva el carnet falso, que el tema de la niña secuestrada está muy movidito. Tendríamos que haber escogido a unos padres que tuvieran menos vida social.
-Ya te digo. Oye, ¿tienes tú el carnet?
-No, ¿por qué?
-Porque no lo encuentro.
-Estará en el coche.
-Pues ven conmigo a buscarlo, que yo no entiendo cómo se abre esa furgoneta.
-Voy y vuelvo rápido, que la mocosa ésta tendrá que despertarse dentro de poco.
-Vale.
Supe que ese sería mi momento de escapar. Abrí la puerta de mi habitación. Por primera vez vi esa "casa".
Estaba patas arriba: bolsas de patatas fritas por el suelo, el sofá deshecho, la loza en el fregadero sucia... en resumen, una pocilga.
Busqué la puerta principal. Era una puerta de cristal, cubierta por la parte de dentro con una persiana de madera barata. Miré por los agujeros de la persiana y pude distinguir a dos hombres discutiendo a lo lejos. Fui a la cocina para coger un botellín de agua por si acaso. Salí de aquella terrorífica casa, corriendo como jamás lo había hecho.
Paré de correr en un bar de carretera, a unos 100 metros de la casa. Tomé un trago de agua y entré en el sórdido bar.
En cuanto la camarera, con un espantoso lunar lleno de pelos en la mejilla me vio, giró la cara hacia el corcho repleto de anuncios que había al fondo del bar, al lado de los servicios. Seguí su mirada, que terminaba en una hoja de papel amarillenta, con la foto de una niña y el título de "DESAPARECIDA". Esa niña, con un pelo tan bonito y una cara angelical era yo.
La camarera me dio un vaso de leche caliente y me preguntó si me llamaba Carlota. Asentí. Se dirigió hacia el teléfono que había justo al lado del corcho y marcó el número de mi madre.
Yo, Carlota, cinco años después de mi secuestro, sigo recibiendo sesiones psicológicas de tres horas diarias para ayudarme a superar el gran trauma que me supuso aquella experiencia.